La inconfundible voz de Aretha Franklin amenizó una multitudinaria ceremonia que, con pulcritud y solemnidad, fue agotando el reloj de arena de un presidente que, rumbo a Texas, nadie quiere recordar. En su lugar, un flamante Barack Obama acompañado por su elegante esposa Michelle se dispuso a jurar cargo sobre la simbólica Biblia en la que lo hizo Abraham Lincoln en 1861.
Una vez investido presidente, Obama pronunció un discurso hilado por la crisis económica, instando a sus compatriotas a sacudirse el polvo de encima y reconstruir América, recordándoles que ellos mismos habían elegido la esperanza frente al miedo. Con un claro gesto de mano tendida, aludió también a países como Iraq o Afganistán, haciendo una mención explícita a la comunidad musulmana en pro de un respeto mutuo y una próspera cooperación entre naciones.
Sin olvidar la búsqueda de la felicidad plena que cada individuo merece, Obama concluyó transmitiendo sus ansias de dejar un futuro de libertad y seguridad para las generaciones venideras, un propósito que a partir de esta noche escribe la primera página de la política del futuro.
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