Cuando en marzo supimos que Ana Curra volvía a los escenarios para hacer suyo aquel prometedor debut con el genial Eduardo Benavente, una parte de la llamada Movida pareció resucitar con ella. Sin embargo, los inesperados fallecimientos de Bernardo Bonezzi el pasado 30 de agosto -considerado el niño prodigio durante aquellos primeros años de libertad-, y Pablo Pérez-Mínguez ayer, han dejado huérfana una importantísima parte de la escena artística de nuestro país.
Y es que, a diferencia de iconos canallas como el gran Alberto García-Álix, P.P.M. -tal y como lo apodó el pintor Pablo Sycet-, retrató como nadie el despertar de una nueva generación que ya no veía España en blanco y negro. Cofundador de la revista Nueva Lente, Pérez-Mínguez ilustró también numerosas portadas de vinilos y de todas aquellas publicaciones que fueron surgiendo con la recuperación de la democracia, llegando a fotografiar para El Víbora la desternillante fotonovela "Toda tuya" escrita por Almodóvar y protagonizada por McNamara en calidad de vedette trash.
Ganador del Premio Nacional de Fotografía en 2006, Pérez-Mínguez convirtió su estudio-taller en un auténtico lugar de peregrinación para el moderneo de la época -amén de casa Costus- en el que podía surgir desde un happening hasta la grabación de una de las escenas principales de la almodovariana "Laberinto de Pasiones". Además de sus míticas series "Mitologías Modernas", "Estética Mística" o sus famosos Fototextos, últimamente Pérez-Mínguez investigaba cada vez más las posibilidades estéticas que ofrece la utilización del desenfoque y el mundo digital. Con su pérdida, resulta evidente quiénes estaremos desenfocados de aquí en adelante.
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