Si 45 minutos con Obama son suficientes para reposicionar el papel de España en las turbulentas relaciones diplomáticas con EE.UU. apuesto a que Zapatero tardará varios días en lavarse las manos.
La capital checa ha sido testiga de un primer encuentro predestinado al éxito en el que, más allá de la situación personal, -nacieron el mismo día, son padres de dos hijas y se declaran aficionados confesos del baloncesto- ambos jefes de Estado comparten una visión del mundo en oposición al ideario neocon de los pasados gobiernos, plasmada en gestos clave como el apoyo incondicional de Obama a la Alianza de Civilizaciones impulsada por Zapatero, o la integración de Turquía en la Unión Europea que en breve presidirá nuestro país.
Ante estas perspectivas de colaboración entre aliados comunes, reaparece de nuevo aquella otra fotografía -también histórica- de las Azores para la que el entonces presidente Jose María Aznar desplazó al anfitrión portugués en busca de una mano de mayor peso que justificase de vuelta a casa su particular entrada en la Historia con resultados desgraciadamente conocidos por todos. Esperemos por tanto, que, con la perspectiva que da el tiempo, las formas no sustituyan de nuevo el fondo y gane por una vez la ciudadanía.
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