lunes, 14 de octubre de 2013

Adèle (II)

Tras cinco intensos meses de rodaje, "La Vida de Adèle" irrumpió por primera vez en la nuestra el pasado 27 de mayo. Sin embargo, tal y como reflejó por entonces el diario Libération, aquel lunes Francia también se enfrentaba a sus propias contradicciones. 
Y es que, mientras el jurado de la 66º edición del Festival de Cannes encabezado por Steven Spielberg premiaba con la codiciada Palma de Oro esta apasionante historia de amor lésbica libremente adaptada de un cómic por el franco-tunecino Abdellatif Kechiche, miles de simpatizantes de (extrema)derecha agitaban por tercera vez consecutiva las calles en contra del matrimonio homosexual. Amor y odio en la misma portada. 
Una triste paradoja que, en cierto modo, Kechiche también deja entrever al inicio de la película. En él, Adèle (Adèle Exarchopoulos) debuta ante nosotros como una adolescente más que, como el resto, pierde el autobús por la mañana, estudia en el instituto y cena pegada a la televisión junto a sus padres. Su única diferencia es ser consciente de que a la relación que mantiene con su novio -impuesto por el qué dirán de esos amigos que en realidad no lo son-, "le falta algo". Algo que cambiará su vida para siempre cuando Emma (Léa Seydoux) se cruza fortuitamente en su camino. 
"Abdel trata de hacerte trabajar de manera inconsciente", afirmaba recientemente Exarchopoulos en una entrevista a Cahiers du Cinéma. "Me dijo: Lee el guión, pero después lo olvidas". "No se trata de olvidarse de uno mismo, sino de liberarse de uno mismo", le recordaba éste a su vez en pleno rodaje.
Una liberación igualmente correspondida en el patio de butacas, desde donde resulta imposible evitar sentir en carne propia la glotonería con la que Adèle engulle unos spaghetti boloñesa, o la pasmosa facilidad con la que logra convertirse en un mar de lágrimas (moquera incluida). Sin maquillaje ni artificios, la sensación de vulnerabilidad de esta anti heroína tentada por grandes secundarios como Salim Kechiouche se vuelve con uno a casa mucho después de que los títulos de crédito hayan anunciado el final de la película. Pocas veces la ficción ha sido tan real.




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