"Veníamos a un bautizo y nos quedamos a un funeral". Así resumía una de las víctimas del Alvia Madrid-Ferrol el peor accidente ferroviario de los últimos cuarenta años.
Un accidente que, a la espera de la información contenida en las cajas negras, ha vuelto a demostrar que, a la hora de la verdad, España se parece mucho más a la ciudadanía solidaria de las últimas 72 horas que a los políticos que dicen representarla.
Y es que, desde el primer momento, la desinteresada ayuda de vecinos próximos al lugar de la tragedia, hosteleros ofreciéndose a alojar gratuitamente a las familias de los afectados, personal público sanitario redoblando turnos -algunos interrumpiendo incluso sus vacaciones-, pacientes firmando el alta voluntaria para ceder sus camas a heridos más graves, bomberos desconvocando su propia huelga, o cientos de personas acudiendo masivamente a donar su sangre a los diversos centros de transfusión, dejó claro al mundo que podrán recortarnos en todo menos en solidaridad.
Un accidente que, a la espera de la información contenida en las cajas negras, ha vuelto a demostrar que, a la hora de la verdad, España se parece mucho más a la ciudadanía solidaria de las últimas 72 horas que a los políticos que dicen representarla.
Y es que, desde el primer momento, la desinteresada ayuda de vecinos próximos al lugar de la tragedia, hosteleros ofreciéndose a alojar gratuitamente a las familias de los afectados, personal público sanitario redoblando turnos -algunos interrumpiendo incluso sus vacaciones-, pacientes firmando el alta voluntaria para ceder sus camas a heridos más graves, bomberos desconvocando su propia huelga, o cientos de personas acudiendo masivamente a donar su sangre a los diversos centros de transfusión, dejó claro al mundo que podrán recortarnos en todo menos en solidaridad.
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