jueves, 22 de septiembre de 2011

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Pedro Almodóvar lleva tiempo confesando sin tapujos que la madurez se ha instalado definitivamente en su proceso creativo. Y algo de razón debe tener cuando al rebuscar entre su filmografía más reciente asumimos por unanimidad la ausencia de aquel cine subversivo y provocador heredero del mejor John Waters que tanto influyó en la primera etapa de nuestro director internacional.
A cambio, Almodóvar pide a su público que se deje llevar con inocencia y entrega ante su nueva criatura, ofreciéndole un proyecto que comenzó a gestarse hace diez años y que ahora ve por fin la luz. Pasado todo este tiempo da la impresión de que La piel que habito nace como ese hijo rebelde que reniega de las antecesoras generaciones, aportando contención y austeridad donde antes reinaban el kitsch y el gusto por todo tipo de excesos.
Una vez inmersos en ella, muchos verán en esta adaptación de la novela "Tarántula" del escritor y ergoterapeuta francés Thierry Jonquet una revisión moderna de Frankenstein, en la que la protagonista, Elena Anaya, alterna sus largas horas de cautiverio con el quirófano donde el cirujano plástico Robert Ledgard (Antonio Banderas) va consumando su venganza a golpe de bisturí. Así, mientras que ¡Átame! comenzaba con el actor malagueño saliendo de un psiquiátrico con el fin de convertirse en el futuro marido y padre de los hijos de Marina (Victoria Abril), La piel que habito nos relega a la estupefacta contemplación de las andanzas de un psicópata sin escrúpulos del que también veremos sus puntos débiles.
Una trama oscura de identidades confusas acompañada por sutiles reencuentros como a tercera colaboración de Jean Paul Gaultier con el director manchego en el diseño de la segunda piel que cubre a Vera, o la ambientación creada por el infalible Juan Gatti gracias a los collage que pueblan el despacho del maquiavélico doctor Ledgard. No obstante, si hay algo que nunca cambia a lo largo de toda la filmografía almodovariana a pesar de este back to black cinematográfico, es su capacidad para mudar su propia piel.
Y si no, recuperen el cortometraje La concejala antropófaga y descubrirán la facilidad con la que el director parece volver sin inmutarse a los tiempos del "Suck it to me"...

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